30 de noviembre de 2013

La filósofa y docente de la Universidad Nacional de La Plata, María Luisa Femenías, planteó que desde el Estado se minimiza el problema de la violencia de género.

Por Eugenia Langone / La Capital

Las violencias simbólicas e invisibles son las que aborda la filósofa y docente de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), María Luisa Femenías, en su último libro "Violencias cotidianas (en la vida de las mujeres)", un compilado de textos que anoche se presentó en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario. Sin embargo, ante los 209 feminicidios ocurridos a nivel nacional en lo que va del año y los 26 en Santa Fe afirmó: "No tengo palabras teóricas, me aterran y me espantan".

Horas antes de participar del encuentro sobre "Buenas prácticas profesionales para el acceso a la Justicia" que organizó el Programa "Género y Sexualidades" de la Facultad de Derecho, la investigadora dejó en claro que la visibilización de la violencia hacia la mujeres no significa políticas efectivas, y señaló que "si no hay personal que tome bien las denuncias y que controle las medidas que se dictan en la Justicia, es sólo una enunciación del problema". 

Más aún, consideró necesaria una redistribución de los recursos del Estado porque que allí es donde aparece "una minusvaloración de la problemática y por lo tanto, recursos que no son suficientes para proteger a esas mujeres".

—¿Cómo analiza las últimas cifras que revelan 209 feminicidios en lo que va del año en todo el país y 26 en Santa Fe?

—No tengo palabras teóricas, me aterran y me espantan. Las mujeres aparecen como el fusible que salta cuando hay desequilibrios sociales, económicos y frustraciones, y me resisto a pensar que obedece sólo a factores de desequilibrio emocional de sujetos aislados. Las denuncias o no se toman o se toman mal, y las condiciones externas que hacen que las cosas sean de esa manera no se modifican. Y aquí aparece la cuestión económica, porque si faltan jueces, si faltan observadores, si faltan controles, el problema es económico, es cuántos recursos destina el Estado para apuntalar a estos sectores.

—Pese a eso hay desde los diferentes niveles del Estado una manifestación de que el problema está en la agenda pública.

—El problema puede aparecer en la agenda pública, pero si no hay personal que tome las denuncias de las mujeres y que controle las medidas que se dictan en la Justicia, es sólo una enunciación del problema. Puedo tener una medida judicial que diga que el varón agresor no puede acercarse a más de 300 metros, pero si no hay nadie que controle eso, no hay un mecanismo o una persona, el cumplimiento queda en la voluntad de alguien que ya anunció que va agredir o matar a esa mujer. Hay entonces en la distribución de los recursos una minusvaloración de esta problemática y, por lo tanto, recursos que no son suficientes para proteger a esas mujeres. Y esa es una decisión política, porque los recursos se reparten políticamente. Decimos que cada 35 horas muere una mujer, pero no decimos allí las que quedan heridas de por vida y las que desaparecen, porque si sumáramos todo eso como forma de violencia hacia las mujeres, las cifras son apabullantes.

—¿Qué considera urgente?

—Tomar nota efectiva de esta realidad y desarrollar políticas en consecuencia, que las leyes existentes se cumplan efectivamente ya sería todo un paso.

—Participa en Rosario de un panel sobre acceso a la Justicia ¿Cómo analiza justamente las respuestas que se dan desde el Poder Judicial?

—La Justicia es todo un tema en sí mismo. La falta de jueces y de recursos efectivos, la cantidad de juzgados que siguen vacantes y la demora del Consejo de la Magistratura en concretar los nombramientos, son problemas importantes. Además, es un sistema donde encontramos una buena dosis de gente que se resiste a aggionarse en su formación, entonces aparecen fallos que no respetan leyes vigentes u otros que responden a criterios que ya no son de aceptación pública. Esta es otra empresa a abordar, que es aggionar estas estructuras formales y la cabeza de algunas personas que siguen ancladas allí, que no tienen voluntad de cambio, pero que deciden sobre la vida y la muerte de las personas.

—A eso se suma la ineficacia de medidas judiciales, o mujeres que mueren pese a haber realizado más de una denuncia.

—Si no hay quien haga cumplir las medidas, no se cumplen. Tampoco se activa luego de una denuncia un trámite que excluya al hombre del ámbito doméstico y que, insisto, controle esa medida. ¿O le vamos a pedir a ese hombre que aprendió a resolver sus conflictos golpeando y que no tiene un espacio de rehabilitación psicológica que se autoexcluya? Es cuanto menos ingenuo.

—Tampoco hay desde el Estado un abordaje de la problemática de esos varones.

—No conozco ninguna experiencia sistemática y extensa que aborde el problema de la violencia en los varones. Y allí se ve que la estructura social es cómplice de esas situaciones, porque no ofrece salida y no se hace cargo de que el comportamiento de esos varones no es normal, estructuralmente no es normal. No existe ninguna instancia sistemática y pública donde los varones puedan atender y abordar su problemática, más allá de que eso pueda revertirse o no, lo que ya es una variable singular de cada caso. Entonces, el Estado deja a la mujer y al varón, mantiene la estructura de víctima y victimario, se mantienen esas jerarquías, se construye como natural. Y los responsables de la consolidación de estas estructuras sociales es la sociedad, pero también las políticas públicas. Y hoy hay visibilización del problema, hay teoría, hay mujeres que trabajan en la Justicia, en hospitales y en la psicología sobre estos temas, pero falta coordinar todo ese trabajo y eso implica un salto cualitativo de reestructuración, redistribución económica, dejar de trabajar en compartimentos estancos. Creo que solamente de manera interdisciplinar la violencia se puede abordar, entender y en última instancia llegar a controlar.

Las violencias invisibles

En "Violencias cotidianas", María Luisa Femenías reúne textos donde aborda "las violencias simbólicas" que son "los argumentos por los que a través de ellos se legitima y se genera una normalidad de lo violento". Allí, la filósofa apunta a las "inequidades sociales históricas", pero también a "las miradas donde hay nuevos argumentos o se arropan resignificaciones, pero siempre con el objetivo de mantener la jerarquización de los roles".

Fuente: Diario "La Capital" / Foto: H. Río

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