15 de junio de 2013

"La primera lección de Derecho"

El Decano de la Facultad de Derecho, Ernesto Granados, difundió una historia cuya moraleja es una respuesta a la amenazas contra el juez Vienna y el ministro Lamberto.

"Hace varias décadas, cuando cursaba mi primer año de derecho, corría marzo y era la primera clase de mi primera materia en la Facultad, Introducción al Derecho". Estábamos todos sentados cuando entró el profesor en el aula, de muy mal talante y con cara de pocos amigos. Lo primero que hizo, sin siquiera saludar, fue preguntarle el nombre a un alumno que estaba sentado en la primera fila:

-¿Cómo te llamas?

-Me llamo Juan, señor.

-¡Vete de mi clase y no quiero que vuelvas nunca más! - gritó el desagradable profesor.

Juan estaba desconcertado. Cuando reaccionó se levantó torpemente, recogió sus cosas y salió de la clase. Todos estábamos asustados e indignados; pero nadie protestó. Él era un hombre mayor, próximo a la jubilación, aunque se lo veía bien plantado, diría imponente, vestido con su traje oscuro, todo en él emanaba autoridad; en tanto que nosotros, salvo algunos pocos de más edad, éramos todos jóvenes adolescentes recién egresados de la escuela secundaria.

-Está bien. ¡Ahora sí! Comencemos con la clase ¿Para qué sirven las leyes?

Seguíamos asustados; pero poco a poco comenzamos a responder a su pregunta:

-Para que haya un orden en nuestra sociedad.

-¡No! Contestó el profesor.

- Para cumplirlas. -Dijo otro alumno.

-¡No!- Para que la gente mala pague por sus actos. -Respondió un tercero.

-¡No! ¿Pero es que nadie sabrá responder esta pregunta?

- Para que haya justicia. -Dijo tímidamente una chica.

-¡Por fin! Eso es, para que haya justicia. Y ahora ¿para qué sirve la justicia?

Todos empezábamos a estar molestos por esa actitud tan grosera. Sin embargo, seguíamos respondiendo:.

-Para salvaguardar los derechos de los individuos.

-Bien, ¿qué más? -Preguntó el profesor.

-Para discriminar lo que está bien de lo que está mal. -Dijo otro.

-Sigue. -Insistió el profesor.- Para premiar a quien hace el bien.

-Ok, no está mal; pero respondan a esta pregunta: ¿Actué correctamente al expulsar de la clase a Juan?

Todos nos quedamos callados, nadie respondía.

-Quiero una respuesta fuerte, decidida y unánime.

-¡No! - Dijimos todos a la vez.

-¿Podría decirse que cometí una injusticia?

-¡Sí!

-¿Por qué nadie hizo algo para defender a Juan? Ni siquiera el propio Juan que era el afectado. ¿Para qué queremos leyes y reglas si no disponemos de la valentía para llevarlas a la práctica? Cada uno de ustedes tiene la obligación de actuar ante la presencia de una injusticia. Todos. ¡No vuelvan a quedarse callados nunca más, no pierdan su dignidad! Tú, vete a buscar a Juan - dijo mirándome fijamente.

Aquel día recibí la lección más práctica de mi clase de toda mi carrera de Derecho: Cuando no defendemos nuestros derechos perdemos la dignidad, y la dignidad no se negocia"

Fuente: Diario "La Capital"

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