El historiador peruano Carlos Aguirre analiza los vínculos entre la pelota, la política, la cultura y las identificaciones nacionales.
Por Claudio De Moya
Juego, deporte, profesión,
espectáculo, grandes negocios –legales y de los otros–. Todo eso puede
ser la redonda cuando rueda. Desata, de los 22 del césped a millones,
pasiones extremas. Seduce a los juegos del poder, construye identidades
tan intensas como efímeras, sabe de violencia y corrupción. Y atrae
todas las miradas. La del hincha, la del técnico aficionado, la del
pronosticador del “Yo te lo dije”… y muchas otras. Y también la del
historiador: Carlos Aguirre nació en Perú hace 56 años, y desde hace 20
da clases en la Universidad de Oregon, Estados Unidos, donde dirige el
Centro de Estudios Latinoamericanos. Para él, seguidor de la “U” limeña
desde niño, el fútbol no es un reflejo de la sociedad, pero sí una
“ventana” útil para auscultarla. Y, hoy, una foto de la globalización:
selecciones europeas con gran cantidad de migrantes y otras,
latinoamericanas, en las que la mayoría de sus jugadores se terminó de
formar y juega fuera de las propias fronteras son una de las notas
sobresalientes de este Mundial, dice Aguirre a propósito de esas
singulares identificaciones nacionales que produce la pelota.
Los partidos de Brasil los sigue desde Rosario, porque hasta el 17 de
este mes dicta aquí, a estudiantes extranjeros, un seminario sobre
“Deporte, cultura y política en Latinoamérica” y que participan del Programa
Internacional de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de
Rosario.
“La retórica apunta a que todo el país está jugando el mundial, no
sólo en la Argentina. Esta identificación entre 11 jugadores y el
destino de una Nación es una construcción que han ido armando políticos y
medios de comunicación. Cuando Brasil pierde el Mundial de 1950, el
famoso «Maracanazo», eso se vive como una tragedia nacional.
Eric Hobsbawm, el historiador británico, decía que no encontraba otra
manifestación más concreta y visible de lo que es una Nación que once
jugadores detrás de una pelota.
Y yo no puedo mencionar otro fenómeno colectivo en el que se canten los
himnos nacionales con tanto fervor, con los jugadores, y hasta llorando,
como en un partido de fútbol”, describe Aguirre ese mar de
contradicciones que, por eso mismo, le parece tan rico como objeto de
estudio.
En “la ciudad de (Lionel) Messi”, como la llama, observó los festejos
al cabo del triunfo de la selección argentina ante la de Holanda y
recorrerá los murales dedicados al 10 del Barcelona y a Ángel Di María
junto a los estudiantes extranjeros que participan del Programa
Internacional de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de
Rosario.
De los orígenes
“Como historiador, me gusta remitirme a los orígenes, y al mismo
tiempo reconocer una especie de geografía del deporte. El fútbol llega a
Latinoamérica de la mano de los ingleses de una manera que no consigue
en Centroamérica o el Caribe, donde la presencia más importantes era la
de Estados Unidos. Por eso allí hay una tradición de béisbol, por
ejemplo en Cuba y República Dominicana o Puerto Rico, donde el fútbol es
muy marginal”, hace honor al oficio.
“En Latinoamérica, al principio, es un deporte de elite, y luego,
entre 1890 y 1920, se convierte en uno de masas. Por varios fenómenos:
el crecimiento de las clases populares y las comunidades obreras, la
inmigración, la urbanización con la formación de barrios y sus
correspondientes identidades, y sobre todo la posibilidad que el fútbol
ofrecía de encadenar distintos fenómenos, como los vínculos con la
política, las relaciones de clientelismo. Luego, en la época del
profesionalismo, los gobiernos –Perón en la Argentina, Getulio Vargas en
Brasil, entre otros– empiezan a darse cuenta de que ahí hay una especie
de base social que les puede ayudar a desarrollar sus proyectos
políticos, y entonces invierten en estadios, campeonatos. Hay una
combinación entre la adopción del fútbol por parte de las masas con el
papel del Estado
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Hinchas y ciudadanos
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Hinchas y ciudadanos
“A mí me cuesta aceptar esta idea de un país unido por el fútbol. No
es cierto, es unido temporalmente para apoyar a la Selección, o a un
equipo. Pero es una unidad frágil, que se desvanece muy rápido, es
equivocado pensar que se trata de la unidad de una Nación o de un
pueblo, es la unidad de los hinchas, allí somos hinchas, no ciudadanos
unidos en favor de un proyecto común al que el fútbol puede contribuir.
Aunque los políticos quisieran que así sea”, cuestiona Aguirre. Pero
encuentra una fisura en este Mundial: “Me ha sorprendido, y entiendo que
como lo transmite el canal oficial lo resalta, ver muchos carteles en
los partidos de Argentina con lemas sobre los fondos buitres, o uno
donde está Néstor Kirchner con Hugo Chávez y Maradona, por ejemplo. Eso
no es muy común; podemos estar de acuerdo o no con el mensaje, pero
revela –y me sorprende de una manera positiva– que hay hinchas de fútbol
que no dejan de lado otros temas igualmente importantes como la
política, la economía, la deuda”.
Globalizando la redonda
Redonda la pelota como el mundo, y el mundo globalizado que imprime
singularidades al juego. “Es un cambio que noto de hace 40 años para
acá. En el Brasil que salió campeón en los 70, los 22 jugadores jugaban
en el país, en el de ahora, alrededor de 20 lo hacen en otras
geografías. Y eso tiene un efecto, sobre el equipo mismo pero también
sobre el conjunto de la práctica del deporte: sus fanáticos casi no los
pueden ver jugar en vivo, no tienen esa conexión que tuvo, por ejemplo,
un Pelé, que jugó casi toda su carrera en el Santos. El fenómeno de la
globalización hace que estos futbolistas terminen, la inmensa mayoría,
jugando en Europa”, destaca Aguirre. Como contrapartida, señala que los
equipos del viejo continente, con Francia como pionera, fueron
incorporando en sus planteles jugadores migrantes, en particular
provenientes de sus antiguas colonias. Pero esa balanza, lamenta, no se
detiene en el centro: si se relevan los equipos que llegaron a cuartos,
la cuenta habilita a pensar en un campeonato europeo, ya que la mayoría
de quienes disputan el Mundial juegan al otro lado del Atlántico.
Pero, de nuevo, los contrapesos que fuerzan las identidades propias
de este juego, el único, dice el historiador limeño, capaz “de paralizar
el planeta” es un mundial. “Estas formas de identidad tribales,
asociadas al lugar donde uno nació, a la crianza, a los valores, a la
comunidad, al barrio, y que por lo general siguen siendo muy fuertes,
hacen que alguien como Messi, que ha hecho toda su carrera profesional
en España, siempre haya dicho que quería ser campeón con Argentina”.
En casa de herrero…
Carlos Aguirre toma distancia para analizar el fútbol, pero no es uno
de esos estudiosos ajenos al objeto de estudio. Y en su casa pasa lo
que pasa en muchas. Él es hincha de Universitario Deportes (la “U”) y su
esposa de Alianza Lima, eterno rival. Algo así como Newell’s y Central,
o River y Boca.
“Alianza Lima fue fundado a comienzos del siglo XX por inmigrantes
italianos, pero luego pasó a convertirse en un equipo identificado con
un barrio, La Victoria. Hay parte de verdad y de mito en ello, pero se
lo considera el barrio más negro de Lima. En sus inicios, Alianza estaba
formado por mayoría de jugadores negros, y se asociaba a las culturas
populares, los «negros de la Victoria». Eso ya no es así, pero en el
imaginario colectivo lo sigue siendo. Y como otros equipos de extracción
popular, tiene una mitología del sufrimiento, del equipo que se
enfrenta a la adversidad, sin dinero, lo que se reafirmó en el espíritu
de los hinchas en 1987 cuando se cayó el avión que llevaba de vuelta a
Lima a sus jugadores, desde Pucallpa. Cayó al mar, una tragedia, no
sobrevivió nadie”, cuenta sobre el equipo al que siguen su esposa y su
hija. “Universitario de Deportes fue creado en la década de 1920 por
estudiantes universitarios, pertenecientes a clases sociales que en el
Perú se consideran blancas. Mi familia es de ese equipo. Un primo llegó a
jugar profesionalmente en “La U”, incluso pasó una o dos temporadas en
Boca Juniors, Luis Lafuente, un defensa central, lo que fue orgullo en
la familia”, recrea sobre su propia adscripción y la de su hijo. “Casi
una cuestión de género”, bromea sobre la división. Por eso el acuerdo:
en su casa no se habla de fútbol peruano. En otras cosas sí hay
coincidencia: para este Mundial, todos hacen fuerza por la Argentina.
Fuente: Diario "El Ciudadano"
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